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Historias urbanas: El Paisano Díaz

Written By Charles Francis on 08 marzo 2010 | 11:16

El paisano Díaz, como se lo conocía en aquellos tiempos, era un tipo jodido, que no andaba con vueltas. Con numerosos antecedentes penales, e importante cuña política; en aquella época de los años 20; era el terror de Barrio Pichincha. Incluso era temido y respetado por la Zwi Migdal. Zinni, en el Rosario de Satanás se pregunta: ¿Quien era en realidad el Paisano Díaz? ¿Un matón? ¿Un compadrito? ¿Un guapo? ¿Tratante de blancas? Aquí intentaremos dilucidarlo.

Nació en la ciudad de San Nicolás, un 1ero de abril de 1888, con el nombre de Venancio Pascual Salinas; y rápidamente se trasladó a la ciudad de Rosario. Lo describían como un tipo alto, de gran talla; morrudo; condiciones ideales para el trabajo en la estiba portuaria cargando y descargando las bodegas de los buques que ingresaban a Rosario. Ya en ese ámbito se empezó a ganar su fama de rápido para el cuchillo, y propenso a los problemas. Vivía en la Chiquita, una parrilla de la zona, donde le habían armado una cama en el patio.

Leemos con Zinni que entre los años 1913 y 1921, El Paisano Díaz tuvo varias entradas en la comisaría, por lesiones, averiguación de antecedentes, homicidio, desacato, etc. Sin embargo, entre los años 21 y 33 hay un gran bache en cuanto a su planilla prontuarial. Fue nombrado guardaespaldas de Juan Cepeda (senador provincial). De hecho, hay quienes dicen que cuando se abrió de Cepeda, era tanto el poder que amasaba, terminó con la muerte del político.

Como era de esperarse en la época manejaba el negocio de la prostitución en el barrio. Si le gustaba una mina venida de afuera, él se la quedaba para él. Y ni hablar de que entre alguien a trabajar en una pieza (habitación de prostíbulo) sin autorización del Paisano. Le temían hasta las madamas y cafishos.

Los diarios de la época señalaban: En cualquier asunto que se producían entre elemento del hampa, era Díaz el encargado de arreglarlo. La fuga de una de las explotadas, la falta de respeto a un amigo en la relaciones con la mujer del mismo, etcétera, todo eso coría por su cuenta. Díaz salía en busca de la «fugada» y llamaba la atención del que, en el segundo caso había sido incorrecto.

Cada dos por tres tenía problemas con otro personaje nefasto del a historia de Pichincha: El Peligroso (Saturnino Mungio, su verdadero nombre); ofreciendo escenas de grescas en puertas de café, bares, restaurantes; dando que hablar a los transeúntes que por ahí deambulaban ocasionalmente.

El Rosario de Satanás cuenta varias anécdotas. Una de ellas es como obtuvo su jubilación por invalidez en la primera etapa del peronismo; con complicidad de tres amigos de la ocasión, compañeros de sindicato; aprovechando su incursión en la estiba portuaria. También es popular la anécdota de que nunca aprendió a escribir y le pedía a su amigo ayuda para escribirle una carta a la mujer que estaba presa. Pero el detalle es que a quien le pidió ayuda tampoco sabía leer y escribir; a lo que el Paisano responde: ¿¡Con esa pinta e’ dotor que tiene!? ¡Pero vean la pinta e’ dotor y no sabe…! ¡Usté es igual que yo!

El día del cumpleaños en el año 1925 fue quizás el día más recodado para todos los que vivieron la historia del Paisano Díaz en la época. Ese día, el Paisano Díaz fue interceptado por Felipe Bacha cuando dejaba el restaurante de la calles Jujuy y Pichincha, pegándole 4 tiros con un revolver que extrajo de entre sus ropas. Un disparo impactó en la espalda, el otro en la región frontal de su cabeza, mientras que los dos restantes no dieron en el blanco. Fue trasladado de inmediato a Asistencia Pública donde quedó internado en grave estado. La policía detiene inmediatamente a Bacha tomándosele declaración indagatoria.

En una primera versión, Bacha le reclamaba el importe de un viaje en automóvil de alquiler que éste conducía. Díaz aparentemente prometió pagárselo, pero luego desconoció la deuda amenazando al agresor. Las amenazas se produjeron minutos antes de los disparos. Sin embargo, averiguaciones del juez de la causa dieron con varios chauffeurs que con unanimidad manifestaron que el Paisano Díaz nunca dejó de pagarles un viaje. En cambio, descubrieron que Bacha, lejos de ser hombre honesto, regenteaba a una mujer que hasta días atrás a una mujer de la casa de la calle Pichincha 77. Ambos eran tenebrosos, pero el Paisano lo era con mayores referencias. Bacha había estado con una mujer que explota un tal Julio (amigo suyo y de Díaz). Al enterarse, se lo hace saber a Díaz que en el acto fue a buscar a Bacha y como le disgustaron las explicaciones, lo abofeteó. En el momento, se quedó en el molde, pero días más tardes cobraría venganza aplicándole 4 tiros (dos de ellos certeros) dejando herido gravemente a Díaz.

Desde ese día, el Paisano Díaz no volvería a ser el mismo. El diario La Capital decía: «En cuanto a Díaz, que no ha recibido ninguna intervención quirúrgica, permanece internado en el sanatorio de la calle Laprida. Se ha notado ayer en su estado una sensible mejoría» La herida en la espalda no fue de gravedad, y la de la región frontal no afectó masa ecefálica. Sin embargo, dicen las crónicas que no quedó bien desde ese día. Quedó mal de un ojo y de un brazo, y en los últimos días mendigaba. De hecho, usaba lentes con un vidrio blanco que disimulaba el ojo faltante y refuerza la vista del otro.

Lo jubilaron del puerto, pero más tarde le quitaron ese beneficio porque hubo denuncias. Declina ya su poder, pero sin perder la popularidad. Ya no viste como en sus mejores épocas, sino que apenas se lo ve con un traje oscuro gastado y brilloso en algunas partes. A pesar del saludo respetuoso de muchos hombres y mujeres para quienes conserva el gesto amistoso de levantar el brazo, las nuevas generaciones, los que no han vivido su época lo miran con desconfianza. Murió en un Asilo de Mendigos, arriba de un banco, en Ayolas y Necochea.

Para concluir, vale citar a Ielpi y Zinni en su Prostitución y Rufianismo: «Protagonista de anécdotas reales o inventadas, sucede con El Paisano Díaz lo mismo que con todos los personajes populares cuya aureola trasciende el marco de lo verosímil para entrar en lo legendario. Como Gardel, que ni viviendo dos veces podría haber trabado amistad con todos los que dicen conocerlo»

Bibliografía:
El Rosario de Satanás: Historia triste de la mala vida – Héctor Zinni – Editorial Centauro – 1980.
Prostitución y Rufiansimo – Rafael Ielpi y Hector Zinni – Editorial Fundación Ross – 1992
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