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Buscan a un policía como miembro de la banda

Written By Charles Francis on 12 junio 2010 | 20:59

Es como una muñeca rusa: cada hecho impactante parece contener otro en su interior. La secuencia iniciada con la detención de los hermanos Santoro, imputados por sus vínculos con los homicidios de barrio Parque, se abre en abanico hacia nuevos delitos. Otras tres personas ligadas a ellos fueron capturadas el jueves por una trama de robos de número impreciso. Y ahora buscan a dos más que están prófugas y le dan más complejidad a la red: uno de ellos es un policía en disponibilidad acusado de un delito del año 2005.

Ayer, dos de los detenidos el jueves rechazaron tener conexión ilícita con los tres hermanos verduleros. El tercero se negó a declarar.

El jueves a las 9 de la mañana dos vehículos policiales salieron de Tribunales hacia la zona sudeste de la ciudad. En uno iban efectivos de la Brigada de Investigaciones y en el otro el secretario del juzgado de Instrucción Nº 5, Oscar Trueno, con Martín Santoro, el mayor de los hermanos detenidos el sábado. Iban tras individuos que serían eslabones de la banda que ingresaba a domicilios con fines de robo de la cual Martín formaba parte. Ese día se encontraron objetos atribuidos a los robos del grupo.

Primero se dirigieron a una vivienda de Ayacucho y Gutiérrez, en La Tablada, donde apresaron a José Antonio M., de 33 años, con gran cantidad de celulares. Ayer este hombre le dijo a la jueza María Luisa Pérez Vara que no tenía nada que ver con la aludida banda, que se dedicaba a la reparación y venta de teléfonos móviles y que se había enterado por el diario de los hechos atribuidos a los hermanos Santoro.

A pocos metros de la casa allanada, según fuentes de la causa, la policía divisó a otro de los buscados. Era Carlos C., de 24 años, que al advertir al patrullero corrió hasta ingresar a un autoservicio de Gutiérrez y Cucha Cucha. Lo encontraron encerrado en el baño. Después supieron que era el propietario del comercio. Y que tenía antecedentes penales.

El dependiente.
La información reunida decía que Carlos C. había trabajado hace unos tres años en la verdulería de Riobamba y Francia, perteneciente a Roberto Santoro, padre de los detenidos y ajeno a la causa. Así lo admitió ayer ante la jueza: Carlos C. dijo que había despachado mercadería durante un año y medio en lo de Roberto y que por eso había tenido trato con Martín que, sin embargo, se interrumpió cuando dejó aquel empleo. Sostuvo que la última vez que lo vio, Martín le dijo que ganaba poco en la verdulería de su papá y le pidió que le avisara si sabía de algún trabajo. Y aseguró que lo llamó para ofrecerle hacer algunos fletes.

A los investigadores el descargo de Carlos C. no les parece creíble. Tampoco creen que alguien como él, que trabajaba como dependiente en una verdulería hace tres años, haya prosperado de manera lícita: hoy es dueño de un autoservicio y se mueve en un Mercedes Benz Clase A.

El tercero de los detenidos el jueves es Matías Alberto M., de 24 años. La policía buscaba como miembro de la banda a una persona que tenía un utilitario Renault Kangoo rojo con una escalera en el portaequipaje y el logo de Cablehogar. Cuando el secretario judicial Trueno volvía a Tribunales recibió un llamado desde una brigada que decía que tenían avistado un vehículo igual al descripto pero bordó. La jueza Pérez Vara dio la instrucción de seguirlo hasta su destino. Así lo hicieron. La Kangoo se detuvo frente a un domicilio de Uruguay al 3900.

El conductor fue interceptado al bajarse del utilitario: era Matías M. quien ayer rehusó declarar. A media cuadra de ese lugar, durante su recorrido del jueves, las patrullas se dirigieron a un quiosco que es aguantadero de armas y mercadería robada, en Uruguay 3947. Fuentes de la pesquisa señalaron que Martín Santoro señaló a los investigadores: “Ese es el lugar donde guardábamos las armas y las cosas robadas”. Entonces el reducto fue allanado.

Se encontraron municiones de arma de guerra, balanzas de precisión y elementos distintivos utilizados para el corte de sustancias estupefacientes.

Mientras la policía esperaba la orden para allanar esa pocilga, de allí escapó un individuo identificado como Pablo R.. Optó por refugiarse en una vivienda situada a tres casas de allí que pertenece al policía Sergio V., quien se encuentra en disponibilidad. Ambos lograron escurrirse de sus perseguidores. Ayer se hicieron operativos en búsqueda de ambos. La información que tienen los investigadores es que el policía es el regente de ese aguantadero.

La casa del policía Sergio V. fue igualmente allanada. Según el inventario del operativo allí se hallaron muebles de algarrobo, tres televisores plasma y elementos sustraídos a la fábrica de electrodomésticos Gafa, con su envoltorio original. Los robos a esa empresa, según la policía, se hacían con la modalidad hormiga en coordinación con empleados infieles que regularmente permitían el ingreso de una camioneta en la planta de Ovidio Lagos y Batlle y Ordóñez. Martín Santoro está sospechado de haber ingresado a esos lugares en su vehículo para llevarse diversos efectos de la fábrica.

Listado y cargos.
El número de delitos de los que proceden los bienes secuestrados no está determinado aún. Recién cuando se formule la lista se podrá definir qué juzgado tendrá a cargo el esclarecimiento de los hechos más graves: los crímenes cometidos contra ancianos en ocasión de robo. Las seis personas detenidas hasta este momento comparten idéntica acusación: homicidio críminis causa, es decir, el que se comete para asegurar el robo e impunidad. Esa figura implica, en caso de llegar a condena, prisión perpetua.

Diversas fuentes consultadas señalaron a este diario que difícilmente los implicados, si son declarados culpables, puedan esquivar esa dura pena. Aún cuando se determine que en el grupo hubo roles diferenciados —por ejemplo entregadores de domicilios para el robo por un lado y ejecutores de crímenes por otro— no habría distinción en las sanciones. Si se prueba que los hechos están hilvanados, todas las piezas del grupo serían conscientes de que en varios casos los robos terminaron en asesinatos. En ese caso las responsabilidades se equiparan más allá de la presencia en la escena del crimen.

¿Cuál es el rol que les cabe a los verduleros Martín, Federico y Cristian Santoro? Aún no está definido. Fuentes judiciales y policiales destacan que Martín, el mayor, aparece comprometido incluso en la faz de la comisión material de alguno de los hechos más graves. Las escuchas telefónicas son un elemento pesado que se refuerza con la evidencia secuestrada.
Por Hernán Lascano / La Capital
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