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El Bar Villaviciosa

Written By Charles Francis on 03 mayo 2010 | 9:58

Típico bodegón de aquellos tiempos ubicado en Av. Sorrento entre el Bv Rondeau y calle 8 de Noviembre. A muy pocos metros de este tradicional bar existía una “feria popular” y la vieja “Planchada de lecheros”, que con sus “jardineras”, remolcadas a caballos, los lecheros cargaban sus tambores para luego cada uno hacer su reparto en los barrios de la zona norte.

La Av. Sorrento era la arteria mas transitada de Barrio Sarmiento, por ella desfilaban trabajadores de la Usina Sorrento (Agua y Energía), de la Bodega Guaymaré, portuarios, carreros, cirujas, linyeras, vendedores ambulantes, contando también con parada de taxis y colectivos provenientes de los barrios Parque Casas, Casiano Casas y La Florida.

Impulsado por mi padre entre al bar una mañana de 1970, allí estaba Daniel Rendueles, su propietario, enterado de mi objetivo, dio muchas vueltas antes de decidirse, hasta que me dijo: “¿Puedes empezar mañana a las seis?”. Con tan solo 16 años comencé a trabajar de mozo en el “Villaviciosa”, creyéndome yo que llevaba ese nombre por la gran afluencia de “viciosos” que concurrían, cuando la realidad era que su denominación tenía el origen de un pueblo del mismo nombre muy cerca de Gijón, Asturias, del país España, que Daniel me ilustraba, y siempre con gran emoción, el portal de una región de manzanares donde la Sidra era su principal producción.

Llegué mi primer día un poco menos de las seis y lo primero que me enseño Daniel fue a manejar la Maquina Express para largar los “café con leche” que se acompañaban con galletitas “Campeones”, “Violetas” o “Vainillas”. Al levantar en esa mi primera mañana las persianas de los dos ventanales y de la puerta principal observé el rápido ingreso de clientes que ya esperaban afuera y que entraban frotándose las manos ante el frío congelante de aquellos crudos inviernos para luego arrimarse al “estaño” y allí pedir “lo de siempre”:

Un aguardiente, una grapa montefiore, una caña piragua, una ginebra llave, otros una Bols y algunos sedientos ya desde muy temprano, el vaso de vino tinto o moscato. (La mayoría de estos eran changarines a la espera de un camión que los conchabara para cargas y descargas de materiales).

A las 8 de la mañana el amplio salón estaba repleto de parroquianos, fue allí que entró Lito Vassichi, el mejor amigo de Daniel, jubilado de Agua y Energía, que lo ayudaba sin goce de sueldo durante las mañanas. Estando éste Daniel aprovechaba para irse a dormir para después levantarse y darle corrido hasta las 22 horas que cerraba el Boliche, no sin antes llevarme a los fondos y mostrarme las inmensas pilas de cajones con todas las bebidas “Blancas” que se despachaban durante el día. Incontables las veces que iba y venía de ese viejo galpón que Daniel alquilaba, junto con el local del bar, a los que también eran dueños por aquélla época del Viejo Bar Victoria de Jujuy y Oroño.

Pueda ser que por aquellos tiempos algunos boliches de “copeteos” se compararan en el despacho de tantas bebidas blancas como en el “Villaviciosa”, lo cierto es que: 30 botellas de caña Piragua, 20 de ginebras (la que más salía era la “Llave”), 10 de grapas Montefiori (La mas fuerte eran la Valle Viejo y la Ombú que salían menos), 20 botellas entre Gancias y Cinzanos, 15 de “Amargo Obrero”, “5 de ferro quina”, 5 entre Fernet Branca y Pineral, 3 de Esperidina, 2 de Aguardientes (Anisado), más unos 10 cajones de vino tinto y 1 de moscato, eran el traslado diario del viejo galpón a las estanterías y a la heladera de 4 puertas que luego fuera reemplazada por una conservadora horizontal de 4 mts que suplantaría también al viejo mostrador de “estaño”.

El “Villaviciosa” era famoso también por sus suculentos y “bien cargados” familiares de Arrollado y Queso (otros fiambres como el Salame de Milán y la Mortadela abastecían el apetito de los parroquianos, el único alimento que brindaba el bodegón, nada más). A la gran masa de changarines, al Boliche concurrían linyeras, crotos, guapos de antaño y por sobre todo, conocidos hampones de los alrededores.

Durante el día los laburantes de paso (ida y vuelta de sus trabajos). Solamente por la tardecita algún ciudadano (llámese destacado) se hacía un partidito a las “carambolas” en la mesa de Billar, mientras que en más de una oportunidad veían como entre guapos se molían a trompadas, sin que alguna vez faltara un cuchillo o una navaja por medio.

Ver la sangre correr entre guapos y pendencieros era moneda corriente en el viejo bodegón. Pelea asegurada estando “El loco Zacarías" con la llegada de “El Polaco”, dos moles de cuerpos y brazos enormes con un desafío interminable y sin fin.

Por la mañana el Diario “La Capital” y por las tardes “La Tribuna”, muy pocos eran los habitué que “perdían el tiempo” leyendo los diarios, pero aquél que lo hacía leía en voz alta cuando un hampón conocido del “Villaviciosa” había sido apresado. Era muy común ver algunos malandras tomarse unas copitas antes de su estudiado atraco, que lo estimulara y diera coraje para el cometido (Hoy sería la droga que por aquella época en el boliche no existía). Los negocios de alrededores (sin ir muy lejos) eran “el trabajito y la presa diaria de aquellos muchachitos”.

Cuando las noticias de los comercios atracados nos llegaban ya sabíamos quienes eran sus autores y por supuesto, así como jamás entro una mujer al “Villaviciosa”, tampoco lo hizo la policía.

Sacar por la mañana, tarde o noche a borrachos inconcientes y dejarlos en la vereda apoyados en la pared o en un árbol era tarea diaria, casi siempre con “linyes y crotos”, no faltaba tampoco aquel que se había bandeado en el trago siendo changarín o el laburante de paso que calentó el pico y prolongó su estadía. Una vez al cerrar sentí lástima de uno de aquéllos, el hombre usaba muletas como sostén de una pierna faltante.

Llovía torrencialmente, alcanzó a decirme donde vivía. Tomé un taxi, dejando a Daniel entre medio asombrado y emocionado por mi acción lo que me dio más impulso, me dirigí hasta Av. Casiano Casas y Washington, allí descendimos ya que el taxista no podía entrar en calles de tierra, más en una noche lluviosa con el ascendente lodo que hacía las veces de pantano. Al principio puse un brazo del inválido sobre mi hombro, pero la muleta se enterraba en el barro haciendo imposible la caminata. No me quedó otro remedio que cargarlo en mis brazos y trasladarlo 5 cuadras por el fango hasta su precaria vivienda donde el hombre vivía solo. Nunca más lo volví a ver.

No todas son historias tristes. Era un sábado por la mañana, un empleado ferroviario del Belgrano cargas de la Estación Sorrento, (al que conocía como Chiche Bagñasco) me pidió al fiado un par de moscatos hasta el martes próximo que cobraba el aguinaldo. No fueron un par, el hombre tomó más de la cuenta, lo vi irse con su bicicleta de manubrio alto y sin frenos tambaleando sobre la avenida y dije para mis adentros, “este no llega a la casa”.

A las semanas este hombre volvió al “Villaviciosa”, no con aquella bicicleta, esta vez en un torino blanco coupé 0 Km. y me contó su historia. Ese día llegó a su casa, era la hora de almorzar, estaba su cuñado a quien le pidió que comprara un vino para acompañar la comida (Albóndigas en estofado). No alcanzando a probar un bocado la televisión canta los números de la lotería del “Gordo de navidad”. Su mujer le dice que la terminación correspondía al número que ellos habían comprado.

El afortunado Chiche era el ganador de la grande de navidad. No sólo me pagó aquellos moscatos al fiado, también me dejó una buena propina, para con el tiempo, ya no estando más en el Villaviciosa, vendría a buscarme para conchabarme como encargado de una de sus obras en construcción.

Los miércoles a la noche me quedaba a cenar con Daniel un apetitoso plato de “Callos a la madrileña” que el restauran “El Faro” de Marull y Rondeau nos preparaba como Vianda. Luego venía el tradicional desquite a las carambolas en la mesa de billar, donde más de una vez Daniel expresaba que allí estaba “su vida”, creyéndome yo que lo decía por el placer que le daba jugar, en su triste final sabría yo fehacientemente la razón.

Bv Rondeau y Sorrento: A pocos metros estaba el "Villaviciosa"

En la 2da. Parte relataré otras historias sorprendes del boliche, más la amistad y el afecto que llegué a sentir por un hombre que en un final predecible murió en soledad, muy lejos de su patria y de los suyos, con su partida física se terminaba también con la vida de aquel bodegón llamado “Villaviciosa”.
Carlos Gutierre
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1 comentario:

  1. sile interesa algunas historias nunca contadas del BºEchesortu, la gente del club Centro Progresita Sanjuan 3677 ser pone a su disposición con fotos de epoca , la Biblioteca Agustin Alvarez que data de 1920muchos librosmde principio de siglo y mas e 500 libretos originales de obras teatrales que interpretaron Mecha Ortiz,Parravichini etc.Sr.DANIEL ACEVEDO

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HISTORIA DE UNA BANDA

 
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